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sábado, 26 de julio de 2008

Pero, ¿a quién le importa esta pila de piedras?

.........................................................M. MORALEJO

Jorge Lamas
Localidad:
vigo

Una simple visita al monte del Castro ya nos da idea del desprecio que los vigueses tenemos por nuestro pasado. Los restos del primer asentamiento urbano de Vigo se podrían confundir con el muro de separación de la finca de la tía Paca, aunque de momento no hay vacas pastando. Ni siquiera hay un cartel para que los más jóvenes puedan imaginar cómo vivieron sus antepasados.
¿Pero que se le puede pedir a una ciudad que construyó su Casa Consistorial sobre uno de los castillos que poco pudieron defenderla en el pasado? En todo el municipio hay constancia de la existencia de 28 castros, pero sólo se puede ver un pequeño tramo en el Museo del Mar y la vergüenza del propio Castro. Más delito tiene la edificación del Piricoto, que además de llevarse por delante un castro, no es legal.
Pero no siempre es el poder local el responsable del ninguneo a la historia. En el vecino municipio de Redondela, en estos momentos, el Concello estudia el expediente de unas obras que ponen en peligro los restos del castillo de Rande, una fortaleza que fue testigo del fin de España como potencia mundial. De todas formas, las ruinas del fortín nunca fueron protegidas ni promocionadas por ninguna administración, hasta el punto de que hasta el año 1995 no estaban catalogadas en la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta de Galicia. Si la administración no da ejemplo, poco le puede exigir a sus administrados.
Volvamos a Vigo, donde los especuladores se empeñan en convencernos de que no tenemos pasado. Cinco mil años antes, unos individuos se empeñaban en enterrar a sus muertos en túmulos, preferentemente ubicados en las zonas altas de lo que hoy en Vigo. La pervivencia de estos monumentos megalíticos se prolongó durante mil años. Pues un buen día, alguien decidió que en Cotogrande se haría un recinto ferial. El proyecto ha demostrado ser algo importante para la ciudad, pero eso no es un obstáculo para que se respete un pasado con cinco mil años. Dos mámoas tuvieron que ser excavadas en una operación de urgencia para extraer la mayor cantidad de información antes de que desaparecieran. Nadie pensó en el valor añadido que tendría el Ifevi con las dos mámoas milenarias en su interior.
Mucho más penosa fue la actuación de los constructores de la autopista cuando embistieron contra la colina donde se haya el yacimiento conocido como las Torres de Padín. Este lugar era como un libro de historia viguesa. Allí se pudo seguir una línea continua de asentamientos humanos desde la primera mitad del primer milenio antes de Cristo hasta la Edad Media. Sin embargo, una vez más, prevaleció el interés pecuniario al cognoscitivo y ahora acoge una cacharrería o algo así.
A mediados de los años noventa, la conquista urbanística se lanza contra el bastión de las zarzas que se abría en las calles Hospital y Rosalía de Castro. Comienzan a aparecer vestigios de la época romana, algunos de ellos con rostros y todo. Una necrópolis surgen en la calle que ahora se llama Inés Pérez de Ceta, pero es nuevamente sometida a una excavación de urgencia, una modalidad que, por habitual, hace de los arqueólogos vigueses los más rápidos del mundo.
Sin embargo, hay todavía otros atentados contra el patrimonio que por ser tan abundantes, lo mejor es remitir al lector interesado al libro de Xaime Garrido, Vigo, la ciudad que se perdió . Aunque quizá habría que añadir la coletilla «y que se sigue perdiendo». El último caso ha sido el edificio racionalista que se levantaba en la esquina de la calle Pontevedra y Areal. Y me temo que seguiremos ampliando esta lista con toda la impunidad de quien no se siente observado.
Tomado de: http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2006/02/06/4491519.shtml

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